lunes, 25 de julio de 2011

CAPÍTULO 1

1
Era una tarde de Octubre gris y lluviosa, volvía del instituto con mi mochila a la espalda. Me disponía a coger el autobús de vuelta a casa. Estaba cansado, había sido un día muy duro, dos exámenes (uno de ellos sorpresa, exponer un trabajo a toda la clase y encima nos habían puesto muchos deberes así que la mochila pesaba bastante. Sin darme cuenta, pisé un charco mojándome hasta el calcetín. Empecé a maldecir la lluvia, la escuela y los deberes. Llegué a la parada del autobús y me tuve que quedar de pie a esperar, ya que el asiento estaba mojado. Las gotas de lluvia resonaban en el techo metálico de la parada. El autobús giró la esquina y paró delante de mí, la puerta se abrió y subí los tres escalones.
-Hola Álex, no tienes buena cara. ¿Un mal día?
- Ni te lo imaginas.
Conocía a Miguel desde que empecé a coger el autobús al comenzar el instituto, y de eso hacía ya cuatro años, aunque creo que él llevaba bastantes más como conductor. Era mayor,  con gafas y el pelo canoso, pero se conservaba bien. Era grande e intimidaba un poco solo con verlo, pero siempre tenía una sonrisa en la boca. Me senté en un asiento lateral y dejé la mochila entre mis piernas. El autobús estaba casi vacío, pero me fijé en que había una chica en uno de los asientos de cuatro, enfrente de mí, mirando por la ventana. Nunca antes había visto a aquella chica, tenía el pelo largo y castaño, era delgada y no parecía muy alta. La chica alejó su vista de la ventana, la verdad es que era muy guapa, tenía unos ojos preciosos, nariz delicada y labios finos, aunque parecía triste. Ella se giró hacia mí y yo aparté la vista para que no se sintiera observada, pero enseguida volví a mirarla, no podía parar de observarla y no sabía por qué. Pasé casi todo el viaje contemplando sus delicados movimientos. Casi no me di cuenta cuándo Miguel me llamó avisándome que habíamos llegado a mi parada. Me levanté rápidamente, tropecé con la mochila y me di de bruces contra el suelo. Al levantarme oí una risa a mis espaldas, me giré. La chica estaba riéndose, era más guapa al reír, pero enseguida, al ver que me había girado, paró de reír y bajó la mirada. Bajé del autobús y me puse a caminar hacia mi casa, que estaba a unos veinte metros. No me podía quitar de la cabeza a aquella chica riéndose, la verdad es que había sido bastante gracioso. Entre en casa y sin saludar a mi madre, subí a darme un buen baño caliente que me ayudara a olvidar todo lo ocurrido aquel día, bueno, “todo” no.




Me despertó el irritante sonido del despertador, lo odiaba. Me senté encima de la cama frotándome los ojos, aquella noche había soñado con aquella chica, no podía quitarme de la cabeza su preciosa mirada. Miré por la ventana, estaba lloviendo, odiaba la lluvia aunque ya me había acostumbrado bastante, ya que llovía mucho en mi ciudad. Bajé a desayunar, mi hermana ya estaba allí, pero yo sin dirigir palabra alguna, me comí mi bol de cereales. Subí a mi habitación, me vestí, cogí la mochila y me fui al instituto. Mis amigos estaban hablando en la puerta, siempre esperábamos allí hasta la hora de entrar. La verdad es que ése día no tenía muchas ganas de hablar, así que me mantuve al margen de la conversación. El timbre sonó y nos fuimos todos a clase. El día se me paso muy lentamente, parecía que las agujas del reloj no avanzaban, incluso retrocedían. Esperaba con ansias que terminaran las clases para volver a ver a aquella chica. Llegaron las cinco, recogí rápidamente y salí casi corriendo del instituto, sin esperar a mis amigos. Llegué a la parada muy pronto, y tuve que esperar un rato al autobús. Estaba impaciente, tenía muchas ganas de volver a ver a la chica, pero a la vez estaba nervioso. El autobús giró como siempre la esquina, y paró enfrente de mí. La puerta se abrió, subí los tres escalones.
-Hola Álex- me dijo Miguel.
-Hola-contesté sin prestar atención, en ese momento estaba pendiente de otra cosa. Miré hacia el interior del autobús y… allí estaba, sentada en el mismo  lugar que el día anterior, mirando por la ventana. Me acerqué lentamente, y me senté en el asiento de enfrente.
- Hola  , soy Álex- me aventuré a decir. Ella al ver que le hablaban apartó su vista de la ventana y contestó con una suave y débil voz:
- Oh , hola , soy Sofía.
- Eres nueva en la ciudad no?
- Si , nos hemos mudado aquí por el trabajo de mi padre.
- Bueno, y… te gusta esto?
- Sí , la ciudad es muy bonita, pero no me gusta la lluvia- dijo mientras miraba las gotas resbalar por la ventana del autobús.
- Pues te tendrás que acostumbrar, aunque confieso que a mí no me gusta…
-Escucha, perdona por reírme de ti ayer…
- No te preocupes, la verdad es que fue bastante gracioso.
Los dos sonreímos y nos quedamos mirándonos a los ojos, debería haberme sentido incómodo pero no lo estaba, y creo que ella tampoco. Estuvimos un buen rato en silencio, observándonos mutuamente y de repente escuche una débil voz que preguntaba:
-¿Quieres venir el sábado al cine con mis amigos y yo ?- me di cuenta de que era mi voz.
La pregunta le vino por sorpresa, se quedó sin palabras.
-…
-Tranquila piénsatelo y ya me lo dirás- Cogí un trozo de papel de la libreta y le apunté mi número de teléfono.-Cuando lo sepas me llamas. En ese momento Miguel me avisó de que habíamos llegado a mi parada.
- Bueno, yo tengo que bajar aquí- Me levanté con cuidado para no volver a tropezar con la mochila.
-Hasta mañana
- Adiós – me dijo mientras miraba mi número de teléfono.
Bajé del autobús, y me quedé mirando cómo desapareció por la esquina. Estaba en medio de la acera, pensando, me sentía contento, feliz. Estaba calándome hasta los huesos de agua, pero eso no me importaba, por fin había comprendido lo que me ocurría. Estaba enamorado.

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